La casa de los santos nombres

En el número 4 de la calle de La Peregrina en Las Palmas de Gran Canaria hay una casa que permanece casi sin alteraciones desde que fue construida a finales del siglo XVIII. La planta baja, compuesta de sillares de cantería, tiene cinco puertas en cuyos dinteles, de norte a sur, están cincelados los nombres de Jesús, María, José, Joaquín y Ana. La segunda puerta, la de María, es la principal y muestra además un detallado relieve con el anagrama de la virgen rodeado de un rosario.

Su propietario, pese a lo que pueda parecer, no era un religioso, sino uno de los más ilustres comerciantes del incipiente barrio comercial de Triana en el siglo XVIII, que quiso dejar constancia de su fe cristiana en la fachada de su vivienda. Antonio Betancourt era además músico bajonista en la Capilla de Música de la Catedral, lo que le sirvió para obtener un préstamo para la construcción de la casona. En el extremo norte de la casa mandó grabar la fecha de inicio de las obras, 1790. El año de finalización, 1799, quedó también grabado a cincel en el extremo sur. En la época, pocas casas reflejaban de tal forma la personalidad y refinamiento de su constructor y propietario.

Don Antonio no llegó a vivir nunca en el edificio, que acabó siendo habitado por sus descendientes; su domicilio y tienda estaban situados un poco más arriba, en el número 8 de la misma calle. Gustaba de llevar su contabilidad en cuadernos en los que recogía sus anotaciones, de los cuales tanto el Museo Canario como el Cabildo Insular publicaron sendas ediciones. En ellos apuntaba además sucesos que afectaban a su familia y vecinos, lo que los convirtió en una valiosa crónica de la sociedad isleña de finales de aquel siglo. Además de la situada en la calle de La Peregrina, tenía otras tiendas en diferentes sectores de la ciudad, por lo que podría entenderse que fue el impulsor de la primera cadena comercial en Las Palmas. Sus actividades eran tan diversas como el préstamo de dinero a interés, el hospedaje a forasteros, el arrendamiento de tierras, la construcción por cuenta ajena, etc. También poseía barcos destinados a la pesca y al cabotaje, bautizados, cómo no, con nombres celestiales: Santa Bárbara, Santo Domingo, San Pedro, Nuestra Señora de la Concepción…

PD: Como pueden comprobar, resulta prácticamente imposible conseguir fotografías de rótulos o elementos arquitectónicos en las que no aparezcan los omnipresentes cables eléctricos que recorren la práctica totalidad de fachadas de Las Palmas de Gran Canaria. Si este hecho resulta molesto, se convierte en sangrante cuando se trata de fachadas cargadas de historia y significado, cuyas características y detalles se ven alterados e incluso ocultos por tan irrespetuosa presencia. Deberíamos empezar a exigir a quien corresponda la solución de este problema.


Fuente: Biografía de una calle: La Peregrina. José Miguel Alzola. El Museo Canario, 2001.

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